miércoles, 9 de marzo de 2011

8 DE MARZO

Llegue y le mande un mensaje: "dices tú, ni un mensajito, ¿a caso ya no me quieres?, jajajaja. Estoy afuera". Pero no estaba, había salido y no quise preguntar, espere y espere, dos horas y algo, no recuerdo exactamente cuanto tiempo, solo recuerdo que hacia frío, recorría la calle una y otra vez, de arriba a abajo, de verdad estaba desesperado; pero en esos momentos se me vino a la mente un cuento de un chico que se enamoro de una niña muy linda, ella era la princesa, y el un simple trabajador. La princesa le pidió tiempo, le dijo que la esperara 100 días, él la espero, día y noche bajo el balcón, bajo su ventana, no importaba si llovía, hacia frío, calor, si caía una tormenta o si existían aires feroces que pudiesen arriesgar su vida. La princesa lo veía desde su ventana, pasaron 10, 20, 35, 56, 79, 90, 95 días y el seguía bajo su balcón. Al llegar el día 99 para ser 100, ella abre su ventana para contestar un si para toda su vida y por siempre, pero se da cuenta que el trabajador ya no esta, se había cansado de esperar a que se decidiera la princesa a ser feliz.

Yo estaba dándole al día n.o 99, pero en eso, noto un auto con dirección a su casa, se detuvo un momento pero se siguió, yo; desde el poste a dos casas de la suya, me percate que el auto se siguió para dar vuelta, entonces si se estaciono frente a su casa y bajo.
"Vente", me señalo con la cabeza, abrió la puerta y entramos. Prendió la televisión y puso el programa, o más bien la premiación de oscares a las mejores películas del año. Yo, me recosté en la cama, saque mi película y le dije que a qué hora la veríamos, -no ves que estoy viendo mi programa, cuando acabe la ponemos-. Faltaban como 15 ó 10 minutos para que acabara el programa y entonces cerré los ojos, me quede completamente dormido, no supe en que momento me perdí en el sueño.
-Morrito, despierta, ya es tarde-. Reaccione a su voz, y le dije, no se en que momento me quede dormido.
-Hasta roncabas, y bien fuerte-
Yo no ronco -respondí-
-¿Que si no?- comento con un poco de sarcasmo.
A lo mejor porque estoy muy cansado, eso dicen, que roncas por el cansancio -me justifique-, aun estaba dormitando porque no quería irme, quería pasar otra noche en su cama, dormir con su presencia, su cuerpo, su calor.
Varias veces me dijo que ya era tarde, hasta que se molesto y dijo: "¡Alfredo, ya es tarde!", casi nunca me dijo mi nombre, esta era como la tercera ó cuarta ocasión que me lo decía. En esos momentos sentí que el mundo se me vino encima y le dije:
-Esta bien, ya es tarde, ¿me tengo que ir verdad?-
¡Sí! –contestó-
Esa noche no me acompañó hasta la puerta de la calle, se quedo en el balcón y desde ahí observó como me desaparecía en el camino. No quise voltear, y aunque se me cayo un billete de la bolsa, no quise regresar, ya no tenía caso, me había corrido enserio. En mi mochila solo se quedó mi película, un globo que le llevaba y un pequeño detalle que le había hecho.

Caminaba por la calle en ese entonces, estaba sola; no traía nada mas en la cabeza, que la situación en la habitación, nunca me había corrido, y ese día, así lo sentí. Seguía caminando y dormitando, cuando el frio viento me hizo sentir agua en mis mejillas, no me había percatado de la situación y cuando me di cuenta… ya tenía lagrimas en los ojos.
Llegue a mi casa, de frente seguí hasta mi cama y entonces ahí si me desahogue; no podía controlar el llanto, no lloraba por que quería llorar, eran las lagrimas el reflejo del dolor que sentía en ese momento; nunca había llorado de esa manera; no había sentido lo que era ahogarse en un suspiro con lagrimas en los ojos, con sentimiento, con dolor…
De pronto siento como se sientan sobre mi cama, era mi madre, que con un abrazo me dice: -¿Qué pasa?-
Me enamore y no quiero que se vaya, me siento tan feliz a su lado –respondí-
-¿Por qué?, me preguntó.
-Me encanta como es, me gusta su persona, me gusta todo… ¿por qué tiene que ser así?- pregunte.
-Porque es así, jamás se le va a quitar, no cambiara su forma de ser ni de actuar. No tienes que pensar en lo que pasó ó lo que pasa, tampoco tienes que aferrarte, ni atarte con alguien- me dijo.
Yo no paraba de llorar, de suspirar, de ahogarme en mí… Me empezó a salir sangre, mi cuerpo no aguantaba el dolor y entonces reaccionó de esa manera –me explicó mi madre-
No aguantaba el dolor que sentía, era como si de verdad hubiera desaparecido, como si hubiera muerto y yo jamás volver a sentir su compañía cerca de mi. Logre calmar el llanto, pero el dolor aun permanecía.
Con palabras sutiles mi madre me preguntaba qué tan intensa había sido la relación; no me limite, le conté hasta el último detalle que pasó en todo el tiempo atrás de la relación; no se sorprendió, pero me dijo que no era todo lo que necesitaba de una persona, que tenía mis sentimientos y esos valían mucho más que su propio cuerpo cerca de mi. Con esas palabras se retiro, y yo simplemente quede dormido.